Autor: Emilio Gude, adjunto a la Dirección de Ceca Magán Abogados
Bob McNamara (Secretario de Defensa de EEUU 1961-1968)
…Ud. no entiende nada, ¿no, Almirante?
– Esto no es un bloqueo.
– Esto, todo esto, es un lenguaje, un nuevo vocabulario como nunca antes había visto el mundo. Esta es la manera en que el Presidente Kennedy se comunica con el Premier Khrushchev.
Este diálogo pertenece a la película “13 días”, una recreación de lo vivido por JFK y su equipo en la famosa crisis de los misiles en Cuba de 1962 en plena guerra fría; aquellas dos semanas que casi llevan al mundo al desastre de una nueva guerra mundial, tras el bloqueo que impuso Estados Unidos a la isla caribeña para evitar que la entrada de misiles soviéticos.
Bob McNamara, Secretario de Estado de Defensa, le grita al Almirante Anderson, Jefe de Operaciones Navales, en la Sala de Seguimiento del Bloqueo Naval del Pentágono, tras haber efectuado un disparo de fogueo como parte del manual tradicional de la Marina, que aquello no es un bloqueo, ni una operación naval sino un nuevo lenguaje, una nueva forma de comunicación.
El Almirante Anderson había actuado conforme a las reglas, conforme a los manuales establecidos, conforme a la tradición de la marina, como dice en la película, desde los tiempos de John Paul Jones, uno de los fundadores de Armada de EEUU.
Los abogados y los despachos de abogados nos aferramos, como el Almirante Anderson, a los manuales antiguos, a la tradición a la hora de prestar nuestros servicios. Revestimos nuestra profesión, si se me permite exagerar y ser algo crítico, de una especie de “sacrosancta” liturgia creando un pseudo-orden sacerdotal que nos pone como objeto de la prestación de servicios. Tenemos la inveterada costumbre de creer que nuestro saber jurídico es el foco principal de nuestro servicio.
El “Legal Project Management” es como decía el Secretario McNamara, un nuevo lenguaje. Un idioma que nos permite entendernos con las empresas a las que prestamos servicios y que llevan años hablando esa lengua. Casi todos los sectores empresariales están muchos años por delante en cuanto a gestión que los despachos de abogados, que se mueven en estructuras y convenciones caducas.
Cualquier empresa que aborde un proyecto está manejando, sin duda, el método de “Project Management” y tiene personal ampliamente formado como “Project Manager”. Esta forma de trabajo les permite diseñar los proyectos determinando el alcance, tiempo, costes, recursos humanos y materiales a emplear y por cuanto tiempo cada uno, así como aspectos adyacentes de una posible muy alta influencia como son los riesgos y la comunicación.
Dentro del tejido empresarial, y en especial en el de la tecnología y de la ingeniería, poder hablar el mismo idioma que los ingenieros y técnicos que necesitan soluciones jurídicas para sus proyectos supone una ventaja increíble. El LPM es un interfaz, y uso este término a propósito por su carácter eminentemente tecnológico, que nos permite, efectivamente, tener una comunicación entendible entre nuestros clientes y nosotros, sus abogados.
Tradicionalmente los clientes se han adaptado a nuestra forma de hacer las cosas; a nuestros informes minuciosos y llenos de posibles consideraciones; a nuestro lenguaje opaco y excesivamente ambiguo sometido a interpretación, o como diríamos “salvo mejor criterio fundado en Derecho”. Hemos obligado a nuestros clientes a aceptar nuestro, “orden sacerdotal” para aportar criterio jurídico a sus proyectos y sus sectores.
Para que se siga cumpliendo la famosa máxima de Lampedusa en “El Gatopardo” debemos cambiar todo para que nada cambie. Debemos cambiar nuestra manera de prestar servicios para que nuestros clientes sigan demandándolos y para que nosotros sigamos prestándolos. Si no hablamos su idioma, si no entendemos como es su negocio, como gestionan sus proyectos y sus productos, encontrarán una solución más dinámica, más ágil, más acorde a su vida empresarial.
El PM es un instrumento, una herramienta perfectamente adaptable al mundo legal. Una forma de gestión, de preparación y de prestación de nuestros servicios que, nos permite hoy en día, en eso que pomposamente hemos llamado “Derecho de los Negocios”, ser más eficaces, más rentables, está mejor organizados y hacer más partícipe al cliente.
Establecer el alcance del proyecto con el cliente, determinar un organigrama con asignación de recursos humanos y materiales, determinar los honorarios sin cargar el posible desvío al cliente ya que somos nosotros los que conocemos los procesos legales, identificar los stakeholders, especificar los entregables documentales al cliente para su constancia o uso, prever los riesgos y en algunos casos, incluso dirigir la comunicación si tiene componentes legales, es simplemente el complemento ideal e integrable dentro del proyecto que esa empresa va a acometer.
Cada vez tenemos más operaciones transversales en las que están implicadas varias áreas de nuestras firmas y no todas con la misma presencia en cuanto a la necesidad de “expertis” de los abogados que participan. Eso nos exige una planificación de recursos para saber quiénes y por cuanto tiempo vamos a emplear en una operación. Además tiene el beneficioso efecto de acabar con la cultura presencial ya que una de las consecuencias intrínsecas es prever y acotar cuanto tiempo va a durar la operación y que partes va a abordar cada uno.
Otra de las novedades que introduce el LPM en nuestra concepción clásica del servicio es “déjalo todo en mis manos” para ir dando sólo cumplido traslado de los hitos legales importantes. El LPM cambia esa cultura, introduce al cliente en el proyecto, se diseña con él, se fijan entregables, se redacta y acepta un acta donde queda perfectamente establecido el proyecto en todas sus consideraciones. Que decir tiene si podemos incardinar nuestro proyecto legal al proyecto general como una parte más, el famoso interfaz del que hablábamos.
Por último, como ventaja acumulada, te mejora como firma a nivel interno. Te obliga a medir costes, a determinar rentabilidades, a optimizar los recursos, a tener información para proyecciones y para habilitar modelos posibles de presupuestos. En definitiva a tener el control de tu firma como vehículo de mejora a todos los niveles.
No es un método sin más, es un nuevo lenguaje.
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